Autora: Clarice LISPECTOR
Género: Relato breve
Editorial Palabras
Editorial Palabras
* “Amor” fue
publicado originalmente en el año 1960,
y pertenece a la colección Laços de Familia
Relato no demasiado largo, de diez
páginas, en el que el narrador (narradora en este caso), en tercera persona, nos
cuenta la historia de Ana, la protagonista.
A pesar de tratarse de un narrador en
tercera persona, esta voz narrativa lo que hace es canalizar, a su vez, la voz de la
autora quien, más que contarnos la historia de Ana, una mujer casada, adulta,
madre de dos hijos, quizá ya cercana a la cuarentena, lo que hace es
transcribir los pensamientos de Clarice, es más, su propia vida. Es un fluir de
conciencia en el que se entremezclan sensaciones, sentimientos recuerdos y
deseos.
A la hora de mostrarnos al personaje
femenino, Ana (la única que tiene nombre, la única importante en todo el
relato, los demás son los actores secundarios de esta historia), la autora no
la describe, sólo dice de ella:
“Ana prestaba a todo, tranquilamente, su mano
pequeña y fuerte, su corriente de vida. Cierta hora de la tarde era la más
peligrosa. A cierta hora de la tarde los árboles que ella había plantado se
reían de ella. Cuando ya no precisaba más de su fuerza, se inquietaba. Sin
embargo, se sentía más sólida que nunca, su cuerpo había engrosado un poco…”.
Con estos dos ínfimos detalles podemos imaginar a una mujer de mediana edad, no
muy grande de estatura y algo gruesa. Lo que describe la autora es una
“mujer-madre-ama-de-casa-esposa” tradicional y universal, la que todo el mundo
conoce y, por tanto, no es preciso hacer una descripción detallada.
Los demás personajes, como pongo más
arriba, son “extras”, seres que rodean a Ana, que no están ni siquiera
descritos (salvo un poco el ciego, los hijos y el marido). Todos ellos son
necesarios para que se vea el “crecimiento”, el “choque” de Ana con la vida: la
real y la que ella se ha “inventado” en su hogar, sus vaivenes, sus miedos
pero, alguno de ellos bien podría no estar.
La protagonista piensa que “… la vida
podría ser hecha por la mano del hombre”, una utopía que ella imagina para no
“ver” todo el mundo que la rodea, para no sentirlo, porque ella se ha “creado”
una vida a su medida. En otro momento dice la autora:
“Por caminos torcidos había venido a caer
en un destino de mujer, con la sorpresa de caber en él como si ella lo hubiera
inventado. El hombre con el que se había casado era un hombre de verdad, los
hijos que habían tenido eran hijos de verdad. Su juventud anterior le parecía
tan extraña como una enfermedad de vida. Había surgido de ella muy pronto para
descubrir que también sin la felicidad se vivía: aboliéndola, había encontrado
una legión de personas, antes invisibles, que vivían como quien trabaja con
persistencia, continuidad, alegría. Lo que le había sucedido a Ana antes de
tener su hogar ya estaba para siempre fuera de su alcance: era una exaltación
perturbada a la que tantas veces había confundido con una insoportable
felicidad. A cambio de eso, había creado algo al fin comprensible, una vida de
adulto. Así lo había querido ella y así lo había escogido. Su precaución se
reducía a cuidarse en la hora peligrosa de la tarde, cuando la casa estaba
vacía y sin necesitar ya de ella, el sol alto, y cada miembro de la familia
distribuido en sus ocupaciones”.
Ana se ha “fabricado un destino de mujer”, es
decir, lavar, tejer, preparar la comida, llevar una casa, hacer las compras,
tener hijos, cuidar de los niños, del marido y amoldarse a todo ello
renunciando a su vida anterior, a su juventud, a la felicidad.
La vida y el mundo de Ana están
encapsulados, como el huevo, en esa fina cáscara en la que se mueve, en unos
momentos se trata del tranvía, en otros su casa…
Desde el tranvía va a ras de suelo, sobre
unos raíles que le llevan a un destino predeterminado, pero, en un momento no
previsto, mira a través de la ventanilla el mundo, ese mundo al que ha
renunciado, y esa cáscara en la que se esconde, se resquebraja, se rompe ante
ella ante la visión de un hombre ciego que masca chicle. El tranvía, en esta
ocasión, le ha llevado hacia otra vida, hacia otra concepción de la vida y del
mundo, cuando mira al ciego, con curiosidad, “como se mira lo que no nos ve” es
el desencadenante de esa vuelta hacia atrás, hacia esa juventud alegre, feliz,
sin responsabilidades, aún no olvidada, pero sí apartada de forma voluntaria al
haber sido cambiada por un mundo de adulta. El ciego le “devuelve la vista”.
Ese ciego que sonríe sin sonreír, porque
masca chicle, le trae a la memoria antiguos anhelos y deseos, los que ella teme
en esa hora incierta de la tarde, cuando se queda sola. Y el autobús arranca y
sus compras se caen y desparraman por los suelos y con ellas su mundo casero,
feliz. Al romperse los huevos, metáfora de vida abortada, de un mundo pleno de
vida y sabor que, al quebrarse, ese mundo-huevo-aborto se transforma en algo
asqueroso; con su viscosidad se hace inmundo y, al poco, las yemas se
convierten en algo viscoso y amarillo que ensucian la bolsa de malla, nueva,
impoluta hasta entonces que deja de serlo para convertirse en algo áspero y no
íntimo como cuando lo tejía. La bolsa, también metáfora de su mundo limpio,
casero e impoluto.
Por eso ella se siente a salvo en su casa,
en un noveno piso, desde el que ve el cielo y sólo se cuela la brisa a través
de las ventanas.
Cuando no le queda más remedio que
abandonar el tranvía, en una parada que no es la suya, llega al Jardín botánico
donde entra para descansar, para hacer algo inusual, allí observa toda la vida,
toda la belleza que bulle en él. Un belleza y una vida que, a su vez, conllevan
todo un mundo microscópico, y no tanto, que hace su labor de zapa, con sus
miserias que casi nos pasan desapercibidas: la belleza de una flor, junto con
el olor nauseabundo de otra que agoniza; el tronco del árbol lleno de vida,
“atacado” por los parásitos que se alimentan de él…
“Inquieta, miró en torno.
Las ramas se balanceaban, las sombras vacilaban sobre el suelo. Un gorrión
escarbaba en la tierra. Y de repente, con malestar, le pareció haber caído en
una emboscada. En el Jardín se hacía un trabajo secreto del cual ella comenzaba
a apercibirse”.
Y este mundo, al regresar a su hogar, se
da cuenta de que se repite en su casa:
“El pequeño horror del polvo ligando en
hilos la parte inferior del fogón, donde descubrió la pequeña araña. Llevando
el florero para cambiar el agua -estaba el horror de la flor entregándose
lánguida y asquerosa a sus manos. El mismo trabajo secreto se hacía allí en la
cocina. Cerca de la lata de basura, aplastó con el pie a una hormiga. El
pequeño asesinato de la hormiga. El pequeño cuerpo temblaba. Las gotas de agua
caían en el agua inmóvil de la pileta. Los abejorros de verano. El horror de
los abejorros inexpresivos”.
En cuanto a los diálogos, son escasos, los
pocos que hay se encuentran al final del texto. Uno entre la protagonista y su
hijo, a quien asusta con su cambio, porque el chico lo percibe; otro entre Ana
y el marido a quien ni se describe ni se le, casi, “escucha”.
Se trata de un relato muy metafórico,
simbolista incluso.
Mi teoría del huevo:
1 – Fuente de nueva vida.
2 - Aborto de gallina, capaz de alimentar
a los humanos y, a su vez, fuente de vida.
3 – De manera simbólica: mundo que guarda
una vida en su interior.
4.- Roto: aborto-muerte-mundo destruido:
algo viscoso que repele, como la muerte.


Breve biografía de la
autora.- Clarice Lispector nació en Tchetchelnik, Ucrania, en 1920. De joven su familia y ella se trasladaron a Brasil. Falleció en Río de Janeiro en 1977.
Sorprendió a los intelectuales brasileños con la publicación de su
primer libro, Cerca del corazón salvaje (1944), en el que desarrolla el tema
del despertar de una adolescente, y por el que recibió el premio de la
Fundación Graça Aranha en 1945. Lo que entonces se consideró una joven promesa de
tan sólo 19 años, se convirtió en una de las más singulares representantes de
las letras brasileñas, a cuya renovación contribuyó con títulos tan
significativos como La hora de la estrella, Aprendizaje o el libro de
los placeres o su obra póstuma Un soplo de vida, todos ellos
publicados en la editorial Siruela.
El relato completo se puede leer en el siguiente enlace:
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