Autora: Ana
Caravaca
Género:
Ensayo
Editorial: άltera Ediciones
Año: 2018
Nº de páginas:
120
ISBN
digital: 978-84-16645-95-4
Depósito
legal: M-2638-2018
Enviado por
la editorial por expreso deseo de la autora para su comentario.
Recibido el
10-IV-2018.
Empezado a
leer el: 17- IV-2018.
Acabado de
leer el: 03-V-2018.
Reseña de la obra.- Este ensayo ─así califica la autora el
género de su obra, yo lo tildaría de memoria, reflexión o, casi, diario; un
diario en el que no se desglosan los días─ nos lo narra en
primera persona. Una primera persona que, en ocasiones, da paso a un
narrador-cámara. Alguien que nos explica todo lo que ve y cómo lo ve sin entrar
en los sentimientos ajenos (sí en los suyos, de los que nos habla de vez en
cuando, sobre todo en los momentos en los que algo le toca la fibra sensible).
Trata de ser una cámara que pone, ante los ojos del lector, lo que ve, lo que
sucede en su entorno y le resulta extraño o, simplemente, algo que considera digno
de ser contado, es decir, se trata de una cámara muy humana.
Al comienzo de la obra incluye una «carta al
lector» en la que se dirige a estos/nosotros, los lectores, de forma directa,
como si nos hablara cara a cara y nos «agradece» el que hayamos comprado su
libro y, de una forma rápida, nos hace un breve resumen de lo que vamos a
encontrarnos un par de páginas más allá. Ana, la autora, reflexiona sobre su
vida, los cambios, lo que quiere y no quiere hacer…, de «paso» ─y sin entrar en
muchos detalles─, nos cuenta que está casada, tiene 43 años, un hijo y tres «postizos».
También nos explica que a esos cambios
llegó de la mano de un libro de Foster
Wallace, el titulado Algo
supuestamente divertido que nunca volveré a hacer y que, ella, quiso «hacer»
desde el otro «lado del espejo»; me explico, el autor norteamericano fue
invitado a formar parte de los pasajeros de un enorme barco de placer, no
precisamente para que disfrutara el autor de ese viaje, sino para que los siete
días que duró la travesía Wallace narrase lo
bueno, lo agradable, lo divertido que sucede en todas y cada una de las
cubiertas del buque (y que no debió de ser tan bueno, agradable ni divertido para
el americano a tenor del título de su libro). Cuando éste ─el libro─ cayó en
las manos de Ana Caravaca ella quiso ver esa
vida en un gran transatlántico, como he escrito antes, desde el otro «lado
del espejo». No sólo le movió la curiosidad (el querer vivir la misma
experiencia de Wallace pero no como pasajera, sino como tripulante, esa «fauna»
que vive hacinada en las tripas del navío, que es prácticamente invisible ante
los ojos de los viajeros, pero una fauna
necesaria para el buen funcionamiento de todo lo que sucede en esa enorme
ciudad flotante, una fauna compuesta por personas que viven sin apenas ver la
luz del día…), también ella se vio empujada a ese cambio radical de vida al
sentirse ninguneada en nuestro país como médico, mal pagada y, como digo, con
ese deseo de cambiar y saber si era cierto que, como tripulante de esos
cruceros de lujo que surcan los mares, era posible hacerse rico.
Se percató de que la riqueza tiene distintas varas
de medir. Como todo en esta vida, no es lo mismo cobrar 1.000 dólares para un
trabajador asiático quien, a su regreso a casa, con ese dinero ahorrado, puede
que su familia tenga para subsistir el resto del año, que para un español,
europeo o americano del norte donde el nivel de vida es más elevado y, esos mil
dólares, apenas llegan para cubrir los gastos de una familia normal.
En cuanto al estilo es sencillo, de fácil lectura,
coloquial incluso, en el que, además, acompaña anglicismos (algunos de ellos
para dar a conocer el rango de los jefes de los tripulantes, trabajadores que,
en algunos casos, ni tan siquiera cobraban un sueldo sino que vivían de las
propinas). Otros de estos anglicismos son los que ya se han asentado en nuestro
idioma y forman parte de él a diario.
La
obra no está exenta de una acerba crítica social (hacia la sociedad en general y
de la que no se libra ni la clase política). Pone de relieve problemas como:
*
Hacinamiento en los camarotes: en menos de 5 m. duermen dos tripulantes, sin
apenas lugar para el equipaje que, en ocasiones, debe quedar fuera del camarote
(en el pasillo); o la falta de intimidad en los aseos que comparten cada 2
camarotes.
*
Exceso de comida para mantener a la tripulación satisfecha en todos o casi
todos los órdenes.
*
El embrutecimiento de los sentidos o, como lo define la autora, «destrucción
(cerebral) masiva» llevada a cabo por
el circuito cerrado de televisión (en este caso dirigido a los viajeros donde
se les incita a las compras compulsivas dentro de las tiendas del
trasatlántico, visitas a determinados comercios situados en las ciudades en las
que hacen escala, excursiones programadas, etc. etc.).
*
Mala praxis del jefe médico (del que hablaré en el apartado que dedico a los «Personajes»)
pero que resalto aquí las quejas de la autora. Dice de él: que se trata de un
hombre de origen peruano, que se cree más yanqui que los yanquis; una persona
déspota; machista; alguien que, para recetar un medicamento, consulta la
Wikipedia. No tiene en consideración a los enfermos, sobre todo si se trata de
los tripulantes a los que manda a trabajar aunque acaben de suturarle las
heridas. Alguien que no respeta a la narradora-autora aunque sea tan médico o
más que él, tan sólo por el hecho de ser mujer. No tiene en cuenta sus
opiniones, además, se ve apoyado por las enfermeras a las que la autora llama gallinas cluecas que aplauden todo lo
que dice y hace, no por estar conforme con él, sino por miedo y puro machismo
por parte de ellas.
En
el fondo, el tiempo que pasó la autora en ese monstruo que nos cuenta es un
crucero de lujo, le llevó a vivir, ver y convivir con un universo
cosmopolita y, a la vez, frío y deshumanizado (al menos es la sensación que me
transmitió la lectura del libro: un hervidero de personas ─como lo describe la
autora: «pueblo a la deriva»─, de seres humanos, de los que se salvan
unos pocos que puedan ser considerados así: como seres humanos). Y, al hablar
de ellos y, antes de terminar esta reseña, diré que en esa mole flotante viven
o, mejor decir: malviven, centenares de personas, personajes a los que la
autora presenta a, algunos, de pasada; con otros se demora más tiempo, los
describe, nos hace un retrato fiel y, a otros, incluso, les dedica un capítulo.
Más adelante comparto la lista de personajes que son muchos y variados, muchos
más de los que podríamos encontrar en una ciudad como Sigüenza
(Guadalajara-España).
Para
terminar diré que es una obra que me ha sorprendido; que, en más de una ocasión
(sobre todo cuando habla de los tripulantes de menor categoría y las malsanas
condiciones de vida, salud e higiene que los rodea, me llevó a pensar en los
remeros-esclavos de las naves romanas o medievales: insalubres, anclados a su
banco y su remo, sin ver la luz del sol, explotados hasta morir…). En
determinadas ocasiones, las tripas del
barco, la zona hundida de ese gran iceberg, lo que no se ve, me llegó a
resultar altamente claustrofóbica; aun así la obra me ha gustado, sin embargo…,
creo que me ha quitado las ganas de hacer un crucero (es broma).
Madrid, 20 de mayo de
2018 - Juana Castillo Escobar
Personajes
(Los primeros por orden de aparición, el resto por la
importancia que les da la autora).
- Hermana de la narradora, persona que le
recomendó el libro de Foster
Wallace
- «El Bastión de los Mares»,
nombre ficticio del buque de recreo en el que transcurren los hechos (casi un
personaje más).
-
Micky – Reclutador de la compañía naviera.
-
Kristy – Secretaria de Dirección de la compañía.
- Director Médico -
- Javi – Marido de la
narradora.
- Juan – Hijo de la narradora.
- Sara – Joven trabajadora en una agencia que tramita la búsqueda de
familias para que acojan en sus casas estudiantes extranjeros que vayan a
estudiar a los USA.
- Directora del colegio (en España) del hijo de
la autora.
- Un hombrecillo de la
empresa.
- Tripulantes: más de
300.
- Linda – Secretaria del barco.
- Húngaro responsable de una
galería de arte en el barco.
- La Sra. Collie – Pasajera de 75 años,
con artritis «galopante», mucho dinero, empalma cruceros
semana tras semana y aguanta gracias a la oxicodona (derivado químico de la
morfina) de la que es adicta.
- Ramón – El pastelero.
- Nicola – Jefe de refrigeración
– Croata que se lleva muy bien con John y Carol.
- Tom – Compliance Officer: registra los accidentes.
- Rose – Señora de la limpieza
encargada de mantener limpia la medical
facility – Jamaicana, sesentona, madre-abuela, siempre con el uniforme de house keeper (asistenta). No cobra
un sueldo fijo sino que vive de las propinas y sin apenas ver la luz del sol.
- Kalu – Otro español [pág.
107]. De padres andaluces, más parece un indio como sus abuelos. Trabaja en el Guest Service (Atención al Cliente) lo
que le lleva a estar al tanto de todo lo que sucede en el barco. Buen amigo de
la narradora. Le detectan hipoacusia (sordera), regresa a casa para operarse y
no se sabe si regresó a la compañía naviera.
- Leire – Compañera o amiga de
la narradora/autora en el barco – Española, de unos 50 años, trabaja en el spa.
También aparece en un capítulo dedicado a su persona [Pág. 99]. De ella se dice
que es el prototipo de mujer vasca: cariñosa, echada hacia adelante, de mente
abierta... Vivió un año en Canadá, como Fran, aprendiendo inglés, peluquera de
profesión, trabaja una media de 10 horas diarias con una mañana o una tarde
libre (depende cómo le venga bien a su jefa,
una jamaicana que empezó fregando váteres, ascendió en la compañía y llegó
a ser manager del spa, lo que hizo que el cargo se le subiera a la cabeza).
Cobra unos 600 dólares al mes.
- Fran – Periodista español de
poco más de 30 años, goza de un camarote individual de 5m. Más conocido por «El
fantasma de la jogging track» y a quien dedica un capítulo [Pág. 91]. Lo
conoció a los dos meses de embarcar. Reportero de Madrid que, además, hace de:
cámara, editor, montador, realizador, técnico, electricista…, de todo. Sale
malparado del barco donde trabaja casi a nivel de esclavo, regresa a casa sin
recibir la paga, con problemas para encontrar trabajo y teniendo que «emigrar»
a Barcelona.
- Cruise Director – Modelo, guapo,
elegante, con don de gentes, sale por la televisión (circuito cerrado al que
graba Fran) del barco y ameniza la hora de la siesta con un programa de parejas
casadas de las que forman parte los cruceristas. Tenía un loro, una Harley
Davidson y, eso, su propio canal de T.V. en el que también da: la previsión del
tiempo, cuenta algún detalle histórico sobre la próxima excursión o puerto o,
simplemente, gasta bromas.
Otros
que salen por T.V.:
*
dos inglesas, una vendedora de
excursiones y, la otra, vendedora sin más
*
una morena que tan sólo insta a
comprar durante la próxima parada en puerto
*
un filipino apodado Kung Fu Panda
por su parecido con este animalito, seco como la mojama y muy eficiente.
Staf médico – Medical Facility o la clínica - En el barco van 3 médicos, 5
enfermeras y 1 secretaria médica [pág. 75].
Los
médicos y las enfermeras, en su uniforme, lucen galones como los militares y,
según sea su color, ese será su rango:
*
Green (verde) – Doctor Junior – el de menor tiempo a bordo (la narradora/autora: Ana Caravaca).
*
Blue (azul) – Doctor intermedio – Giovanni
(de menos de 40 años).
*
Senior Doctor – Jefe médico responsable de los otros dos médicos - - John (doctor Senior, sexagenario ya
jubilado y que permanece en el barco por acompañar a Carol, su esposa, aún enfermera supervisora. Son sustituidos por el
médico Mr. Adolf y Magdalena).
2 galones – Enfermera supervisora.
1 galón – 4 enfermeras restantes
- Mr. Adolf – Sustituto de John. Según la autora: «peruano disfrazado de
gringo: beisbolera, shorts, zapatillas Nike y con el rictus empalado de «soy más yanqui que los
yanquis porque vivo en Florida (con pasaporte turista) y mi hija estudia en
Boston» ».
- Magdalena, nueva supervisora – Nicaragüense, mitad hombre, mitad mujer.
Menuda. Pelo a lo chico [pág. 78]
- Esperanza, enfermera filipina.
Cuantía por gastos médicos:
Más de 100 dólares por
visitar al médico
10 dólares cada pastilla de
antitérmico
12 dólares jarabe para la tos
10 dólares cada pastilla de 250
mg. de azitromicina
Un catarro cuesta en un
barco más de 200 dólares
180
dólares 1 caja de Amoxicilina
50 dólares prueba de Gripe A
30 dólares análisis de orina
Alusión a personajes
reales o famosos:
-
David Foster Wallace - Escritor
estadounidense, muy conocido por su novela La
broma infinita, considerada por la revista Time como una de las 100 mejores
novelas en lengua inglesa del período comprendido entre
1923 y 2006. Nació el 21-II-1962, en Ithaca, Nueva York / Falleció el 12-IX-
2008 en Claremont, California.
- Brito (¿Vicente?) – Pintor y arquitecto
cubano afincado en Granada ¿?.
- Dora la exploradora – Protagonista de
una serie educativa de dibujos animados estadounidense para niños en edad
preescolar.
- Ben Johnson – Ex atleta canadiense.
- Usain Bolt – Ex velocista jamaicano.
- Bob Marley - Músico, guitarrista y
compositor jamaicano.
Espectáculos del barco
- Mamma Mía
– Grease – En directo.
- Películas
desde Casablanca a las más actuales.
Algunas curiosidades que
llamaron mi atención:
-
En el barco existen dos o tres suites por las que llegan a pagar más o menos
unos 20.000 dólares por semana, incluido un mayordomo que habla varios idiomas.
Frente a ellas están las de los tripulantes que las llaman zulo room.
-
Drill –Se lleva a cabo un simulacro: En caso de emergencia médica,
naufragio, colisión, incendio, terrorismo, hombre al agua…
*
Si hay naufragio o colisión los
pasajeros son evacuados en botes salvavidas rígidos, cerrados con techo de
vidrio y con una capacidad para 370 personas. Llevan un kit de supervivencia
para cada uno de los naufragados.
*
Los tripulantes desembarcan, en caso
de emergencia, en los Life Raf o
colchonetas hinchables con capota de tela. Llevan un kit de supervivencia para
todos formado por: 3 litros de agua, galletitas energéticas e instrumentos para
llamar la atención de los barcos próximos.
-
Alfa, Alfa, Alfa – Emergencia médica – Código Alfa – Al menos
una vez por semana salta un Código A
por: fallecimiento de pasajeros; hemorragia digestiva por culpa del mucho
beber; borracheras; cortaduras; crisis epilépticas… Durante el tiempo que
trabajó en el barco hubo 4 fallecidos: 1 muerto cada 4 semanas.
Frase con la que termina
la obra:
Biografía
de la autora.- Ana Caravaca Caballero nació en Madrid y es médico de profesión.-Aunque su labor asistencial la
realiza en las emergencias en Madrid, el resto de su tiempo lo dedica a viajar
por el mundo y escribir. Divulgadora de vocación, ha publicado numerosos libros
de medicina (manuales para técnicos en emergencia, primeros auxilios, pediatría
y urgencias); ha participado en varios programas de televisión y ha hecho otras
incursiones en el mundo de la radio. Además ha sido editora, Directora Médica
de la editorial Arán y autora de las novelas
«Dubrovka» y «Urgencia 0» así como el poemario «Tribulaciones de una camaleónica».
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